El Canal de Panamá - Parte 2
1890-1904: Teodoro Roosevelt retoma el proyecto
Ante el fracaso de la iniciativa francesa, los Estados Unidos, bajo el liderazgo de Teodoro Roosevelt, retomaron el proyecto de un canal interoceánico. La armada de los EE.UU. gradualmente fue cobrando hegemonía a nivel internacional y después de la guerra contra España en 1898, Estados Unidos concluye que un canal en Centroamérica era fundamental para garantizar la supremacía marina de esta naciente potencia.
Roosevelt y el Congreso deciden reconsiderar todas las opciones: Tehuantepec, Nicaragua y Panamá. Al estudiar detenidamente las razones del fenomenal fracaso del proyecto francés, gradualmente la ruta Nicaragüense fue tomando preferencia entre la opinión pública en Estados Unidos que la consideraba como la opción americana.
El lago Nicaragua, el mayor en América Central, representaba la mejor alternativa desde el punto de vista de la incipiente potencia marítima. Este cuerpo de agua navegable permitía que el tramo por excavar fuera similar al panameño pero con serias ventajas, como una mayor cercanía con los principales puertos de los Estados Unidos, una selva menos frondosa y por lo tanto una menor recurrencia de enfermedades mortales.
No obstante, cuando todos daban por hecho que el canal sería construido en Nicaragua apareció otro personaje: Phillipe Bunau-Varilla.
Bunau-Varilla, quien años atrás fungió como jefe de ingenieros del proyecto francés en Panamá, hizo de la construcción del canal en este mismo sitio un proyecto de vida. Con la ayuda, aunque involuntaria, de un prominente abogado y cabildero, William Nelson Cromwell, y a pesar del apoyo abrumador al proyecto nicaragüense, Bunau-Varilla se dedicó de tiempo completo a lograr que los Estados Unidos adquirieran el proyecto panameño de manos francesas.
Por sus esfuerzos y dedicación a una causa, Bunau-Varilla y Cromwell pudieran ser considerados pioneros de la industria del cabildeo en los Estados Unidos. Su esfuerzo de lobbying rindió frutos, al convencer al presidente Roosevelt y eventualmente al Senado, de que el proyecto debía construirse en Panamá, a pesar de las innegables ventajas que ofrecía Nicaragua.
Lo que siguió constituye un terrible episodio en la historia de nuestro continente: convencido que el gobierno de Colombia sólo buscaba una tajada de este colosal proyecto, a través de las gestiones poco ortodoxas de Bunau-Varilla, el estado de Panamá declara su independencia de Colombia —acto fraguado desde Nueva York y que naturalmente fue inmediatamente reconocido por EE.UU.
Tan sólo por conocer los detalles de este nefasto episodio de la historia de América Latina, vale la pena adquirir esta obra. Al leerla sabremos por ejemplo que desde la habitación 1162 del hotel Waldorf Astoria se hicieron todas las gestiones diplomáticas, se planeó meticulosamente la revuelta y se redactó el tratado para la cesión del canal y la declaración de independencia de esta nueva república —por lo que Bunau-Varilla llamó a esta habitación con sarcasmo “la cuna de la independencia de Panamá”.
El 5 de noviembre de 1903, Porfirio Meléndez declaró en Colón: “Nos separamos de nuestros hermanos colombianos sin odio ni alegría”. Al día siguiente, a las 12:51 p.m., EE.UU. reconoce formalmente a la nueva república. Cien años después, Panamá es una nación realmente independiente que con grandes sacrificios y esfuerzos diplomáticos logró recuperar la soberanía de la zona del canal, pero llegar a este punto ha costado mucho a esta joven república que gradualmente se convierte en una potencia económica regional.
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